miércoles, 26 de diciembre de 2012

'De nocheviejas y nuevos trenes.'

            Aunque el año está plagado de acontecimientos anuales, los grandes ganadores de la ‘liga de la autoevaluación’ son sin duda las navidades, con su salto de año incluido, y cómo no, nuestros cumpleaños.
            Cualquiera de ellos nos puede llegar subidos a un precioso tren, fantásticamente atendidos y con unas vistas excelentes, o por el contrario, puede ser algo más incómodo, tal vez destartalado, quizás con una compañía de viaje algo ruidosa. En cualquiera de los casos, lo verdaderamente importante no es ir en el primero o en el segundo, sino si deseamos realmente bajarnos en la siguiente parada, o por el contrario, ajenos a cualquier planteamiento, preferimos dejarnos llevar incluso sin conocer el destino.
Continuando con las estaciones y sus paradas intermedias, hace ya unos años leí una explicación relativamente simple de los diversos grados de conocimiento que podemos tener sobre una materia.
Ni que decir tiene que como todos los planteamientos generalistas sobre cualquier tema, es muy cuestionable o al menos matizable, pero en cualquier caso me gustaría compartirla con vosotros, incluso con los errores u omisiones de mi a veces voluntariamente mala memoria.
Venía a afirmar que un primer grado de conocimiento sobre alguna materia podría ser entenderla, asimilarla interiormente.
Un paso adelante  podría ser saber explicarla adecuadamente a terceros, para lo cual además de entenderla se requiere un grado de interiorización superior que nos capacite para enfocarla desde diferentes perspectivas o contextos.
Si fuéramos capaces de crear algo nuevo, una aportación original, subiríamos al siguiente escalón, y finalmente son sólo unos pocos elegidos los que tienen la capacidad de iluminar al resto con obras que cambian la forma de entender el mundo.
Así que en cuatro cómodos pasos, como si de un programa de bricolaje se tratase podéis evaluar qué tal se os da cualquier cosa, desde la física cuántica a la neurología, pasando por el punto de cruz, o el manejo de la Thermomix.
En mi caso, aunque mantengo la esperanza de saltar al tercer escalón en alguna etapa de mi vida, de momento me considero afortunado por poder llegar al segundo en variadas cuestiones, algunas académicas y otras sencillamente pintorescas.
Y os cuento todo esto porque, en muchas cuestiones de la vida diaria no llego ni al primero, y no es por falta de ganas, pero me siento como ese bebé que apenas sabe gatear mirando una escalera, como el mono recién llegado al que le pegan sin saber por qué, el aborigen que ve por primera vez el mar, o que mes tras mes se queda embobado mirando la luna llena.
En mi caso,  por aquello de mi lentitud existencial, desconozco si en 2013 subiré algún primer escalón más, pero si habéis tenido la santa paciencia de leer hasta aquí, os regalo la posibilidad de  cambiarla sustituyendo mentalmente palabra ‘conocimiento’ por ‘ilusión’, y aprovecho para desearos que subáis muchos escalones con esta nueva escalera en el año venidero.
            

Un abrazo.
Santi.

domingo, 16 de diciembre de 2012

'Desde el tablero.'

Tras mucho insistir, El Jefe, no sin pocas advertencias, cedió esa vez. En aquel momento no quedaba muy lejos la última trifulca familiar entre los de Arriba, que por ser especialmente grave, acabó con algunos exiliados a Más Abajo, aunque ésa era otra historia.
Accedió ante la perseverancia en los deseos de bajar a Abajo de algunos, pero el precio sería muy alto, puede que incluso superior al del pecado original: si querían ayudar a los de Abajo perderían su condición de seres de Arriba, olvidarían todo, se harían carne y no se reconocerían entre ellos, aunque eso sí, como los seres de Abajo, dispondrían de libre albedrío.
Al principio muchos desistieron ante la dureza de las condiciones, pero El Jefe les vino a decir que si querían jugar al monopoly, no podían seguir siendo banca a la vez. Así que tan contundente ejemplo hizo que los más osados y con ganas de ayudar a los de Abajo, bajaran a vivir al menos una vida.
Y así ha sido hasta ahora, los de Arriba se han mezclado entre nosotros, sin ni siquiera saberlo ellos mísmos, algunos triunfando en sus vidas, con trabajos de chaqueta y corbata que les proporcionaban muchas más posibilidades de ayudar; otros no con tanta suerte, bien por nacer en países subdesarrollados, o simplemente por mala fortuna, acababan viviendo en la calle una vida de penurias.
Pero en todos los casos, aun si poder alterar sustancialmente las reglas de El Juego por deseo expreso de El Jefe, al menos generaban buenas sensaciones, y en muchos casos consuelo y esperanza en el resto de los de Abajo. Bueno, en casi todos, pues algunos sin saberlo eran manipulados por los de Más Abajo, que a diferencia de los de Arriba no quisieron hacerse carne, pero tampoco renunciaron a incordiar a distancia.
Por aquello de que el bien es infinitamente menos ruidoso que el mal, en Abajo había bastantes más seres provenientes de Arriba que personas manipuladas por los de Más Abajo, y aunque muchas veces parecía que los últimos iban a ganar la partida por lo llamativo de las consecuencias de sus acciones, incluso en las peores situaciones, los primeros con su respuesta firme y coordinada restablecían siempre el equilibrio.
Así que si alguna vez un desconocido te ayuda de manera desinteresada, y te saca de un gran apuro, o incluso con tan sólo una sonrisa amable o una palmada en el hombro es capaz de alegrarte el día, tal vez se cansara de ser banca ….
Pero si además, tenga la edad y condición que tenga, sientes nada más conocerle una conexión extraña y especial que no sabes explicar, tal vez os cansasteis los dos ….


martes, 11 de diciembre de 2012

''Recuerdos del Mediterráneo''

Comenzaba la semana pasada uno de mis paseos nocturnos, cuando en la sección de economía del programa radiofónico ‘La Brújula.’ un colaborador habitual de la tertulia  comentaba el interesante algoritmo desarrollado por una profesora universitaria de la Universidad de Michigan, que permitía predecir con gran fiabilidad si una receta de cualquier página web o blog gastronómico tendría éxito.
Lo interesante, decía el colaborador, es que una vez más venía a demostrar, que si bien las personas a nivel individual somos impredecibles, como colectivo ocurre totalmente lo contrario.
Según explicaba, para la profesora la cocina era una afición inicialmente, que se convirtió en objeto de estudio tras analizar cincuenta mil recetas con más de dos millones de críticas. Trabajando sobre estos datos, ella y su equipo desarrollaron una fórmula con un 70% de aciertos en la predicción de la valoración media de una receta.
Pero lo verdaderamente interesante lo consiguieron al estudiar las combinaciones de ingredientes más exitosas dentro de las recetas y sus frecuencias de aparición. Añadiendo esta nueva perspectiva al modelo matemático, que se recoge en el mapa global de sabores (pues las preferencias culinarias, como tantas costumbres, varían por países), aumentaba la eficacia de las predicciones hasta el 80%.
Personalmente la actividad de esta profesora, además de una envidia insana por centrarse en dos de mis pasiones, matemáticas y cocina, me provoca una cierta inquietud, pues veo inevitable en un futuro próximo nuestros hábitos y preferencias colectivas diseccionadas a un nivel sin precedentes.
Junto a las recetas infalibles, no tardarán en llegar los programas de televisión con éxito asegurado, así como un variado tipo de negocios, obras literarias, musicales o incluso perfiles políticos que, siendo resultado de una fórmula predictiva, tendrán una demanda asegurada.
También me apena un poco que se pierda la sensación que cualquier aficionado a la cocina tiene cuando inventa alguna receta, que desde luego es muy similar a la que tiene experimenta alguien a que le gusta escribir cuando hilvana líneas fruto de una inspiración repentina.
Pero sobre todo me cuesta imaginar que se pierda la emoción contenida de ambos, el escritor y el cocinero, hasta comprobar que su obra ha sido del agrado del público, su público.
Como aficionado a la cocina en general, y a la repostería en particular, hace poco tuve la oportunidad de sentir esto que os cuento, pues me animé a crear mi propia receta de magdalenas, partiendo de un sabor inicial de limón y queso, al que decidí acompañar con coco y vainilla. Por aquello de que, aunque modificando existentes, era la primera receta creada por mí, decidí ponerles nombre a mis criaturitas, que desde entonces pasarían a llamarse:
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‘Recuerdos del Mediterráneo.’
·         Parte seca:
o   225 gr de harina de fuerza.
o   75 gr de harina de maíz.
o   35 gr de coco rallado.
o   180 gr de azúcar blanco.
o   115 gr de azúcar moreno.
o   1 sobrecito de levadura.
o   1 par de cucharadas de postre de azúcar vainillado.

·         Parte húmeda:
o   2 huevos.
o   2 brick de nata para cocinar (20% M.G.) de 200 ml.
o   75 gr mantequilla  (se añadirá fundida).
o   El zumo de un limón y medio.
o   Un chorrico de agua de azahar.

·         Relleno:
o   150 gr de queso crema para untar.
o    40 gr de azúcar blanco.

·         Glaseado:
o   150 gr de azúcar glas.
o   Zumo de limón hasta conseguir una textura espesa intermedia entre la miel y un batido.
La receta (para unas 12 ud medianas) se puede hacer fácilmente mezclando en un bol grande todos los ingredientes de la parte seca (es interesante tamizar la harina haciéndola pasar por un colador por el orden en que os los he nombrado), y en otro algo más pequeño los de de la parte húmeda. Una vez hechas ambas mezclas, se añade lentamente el contenido del bol pequeño en el grande, sin parar de mover y la mezcla ya está preparada.
Se rellenan los moldes de las magdalenas hasta la mitad, y se añade a cada uno una cucharada de relleno (cuyos ingredientes previamente habremos mezclado en otro recipiente pequeño), para terminar llenando completamente el molde con la mezcla.
Se hornean unos 20-25 minutos a unos 160-180 ºC en el horno previamente precalentado, y una vez listas, desmoldadas y enfriadas, se le añade el glaseado de limón que se prepara en el momento con la textura indicada.
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Si os animáis a prepararlas ya os adelanto que no necesitáis fórmula alguna que prediga vuestro éxito, lo tenéis garantizado. 

jueves, 6 de diciembre de 2012

'Siete veces siete.'

Hay quienes sostienen que tu nombre te marca.
Kotrolo no sabía nada de eso. Ni falta que le hacía.
Sin embargo, su peculiar forma de ser no desmerecería aquel extraño nombre heredado de un precioso cuento literario, pues tuvo un carácter muy marcado en el que la viveza y la arrogancia de los primeros años irían mutando a una mirada cansada e inteligente, aunque sin perder nunca ese aire canalla que le acompañaría toda su vida.
Kotrolo, Kotro, de puro malo que era, nos dio disgustos casi desde el primer día, mordiendo sin ladrar antes a medio vecindario de nuestro pueblo, y parte del de la comarca. No fueron pocas las veces que tuvimos que enseñar su calendario de vacunas.
Y sin embargo, su extrema inteligencia y  graciosa desobediencia (venía cuando él quería) nos ganaron desde el principio.
Por ello, disfrutaría en casa una vida perruna llena de comodidades, que incluiría veraneos en la casa de la playa, y una dieta variada en la que no le faltarían desde pizzas a huevos fritos con patatas y salchichas, pasando cómo no, por el guiso casero de lentejas, su preferido.
Su única obligación durante los años que compartió con nosotros fue acatar la obligación paterna de tener que comerse diariamente una galleta María a las ocho y poco de la mañana, muchos días sin ganas e incluso con un ojo medio cerrado por el sueño.
Aquel chucho pequeño, fruto del desliz de una madre pequinesa con cualquier pero callejero de Vicálvaro, llegó a casa siendo un feo cachorro negro y paticorto rondando yo los ocho o nueve años.
Desde el primer día nos tuvimos una extraña mezcla de admiración y respeto en parte basado en el miedo, pues no tardaría en morderme en nuestros primeros juegos, a lo que yo respondería enseguida con un mordisco similar en su pata demostrándole con ello que le tenía aprecio sincero como a un igual.
Por aquella época había oído yo en algún corrillo, que los años perrunos eran como siete de los nuestros, así que durante todos los que nos acompañó haría en multitud de ocasiones la conversión para saber ‘exactamente’ qué edad iba teniendo mi viejo amigo, adaptando con el paso del tiempo mi trato a su experiencia vital.
Ha pasado mucho tiempo desde que no nos acompaña, más de una década, tal vez casi dos, y además de no haberlo olvidado, me planteo que quizás aquella vieja historia de la conversión de los ‘años perrunos’ fuera verdad o no, fallaba en la base, al presuponer que los ‘años humanos’ son constantes para cada persona.
Si no lo fueran, en mi caso, se explicarían muchas cosas. Si, por ejemplo, mi edad vital transcurriera siete veces más lenta que la de la mayoría, esos lapsus de pocos minutos que tengo cuando sueño despierto, para mi edad, realmente supondrían segundos.
Echando también la vista atrás, bajo esta perspectiva, la carrera se me haría tan rápida por no llegar al año de duración, y de la misma manera, el tiempo trabajando transcurre tan fugazmente, por apenas haber alcanzado el año y medio trabajando.
Pero sobre todo donde más lo noto, es en mi reloj interno, el guardián de mis emociones, de mis sufrimientos, desvelos, y sobre todo, el de mis ilusiones. Vivo en un mundo siete veces más lento, camino despacio, a veces me paro, respiro, pienso, os veo vivir, correr, sufro, disfruto, siempre con preguntas, siempre a mi aire, ajeno a las prisas….
¿Debería tenerlas a punto de cumplir mis cinco?

domingo, 4 de noviembre de 2012

'Sentado ante mi futuro'

           Son muy pocos los momentos en que ocurre.
Ser consciente durante unos preciosos segundos de que estás generando unos recuerdos imborrables en el futuro, te aleja por unos instantes de ti mismo. No necesariamente son los más felices, pero siempre tienen algo diferente, que trasciende. Como si ya te estuvieras contemplando convertido en un espectador más de esa película que es  tu vida.
En aquellos años, los últimos de instituto, me ocurrió con frecuencia. Pertrechado con una pequeña cámara compacta de carrete, las tardes de los fines de semana, salía disparado con mi bici hacia un recorrido fijo por carreteras del trasvase que me llevaría a atravesar la autovía de Murcia a Cartagena,  por un puente que,  con la frecuencia de las visitas sería 'mi puente'.
Con la llegada de la primavera, y sus horas adicionales de sol, mis excursiones se harían diarias, pero disfrutaría especialmente aquellas escasas tardes nubladas, con ese brillo extraño que se produce poco antes de llover.
Esas tardes, aun a riesgo de mojarme, subiría al puente, bajaría de la bicicleta, y me sentaría un ratico en su acera a contemplar la visión de las dos calzadas paralelas de la autovía queriendo buscarse, fundirse sin éxito en el puerto de la Cadena.
Algunas veces haría fotos, otras me gustaría imaginar  la vida de los pasajeros  de aquel incesante tráfico, y todas sin excepción me preguntaría qué pintaba yo en todo aquello, qué sería de mí en un futuro próximo.
Eran tiempos de cambios, los años venideros serían difíciles, intensos, alegres, trágicos, tristes, cálidos; y aunque en aquellos momentos poco podía imaginar, los efectos de aquellos escasos ratos que allí arriba tuve, casi dos décadas más tarde, aún perdurarían en mi vida diaria.
Tras años de ausencia, cuando vuelvo de Murcia por la autovía alguna tarde extraña con nubes , aún me gusta levantar el ojo derecho por si me veo contemplándome en el puente, mi puente.






jueves, 1 de noviembre de 2012

'' Por un puñado de naranjas.''

             No hubo acuerdo.
            Escenificábamos un contexto imaginario en el cuál las naranjas eran un bien muy escaso y apreciado.
            Una multinacional farmacéutica necesitaba la última gran producción a nivel mundial para producir un nuevo y revolucionario medicamento. La apreciada fruta procedía de un país tropical, y cómo no, estaba en manos de un capo con el que había que negociar.
            Pero claro, esta gran empresa no era la única interesada, pues otra gran multinacional, pero esta vez de bebidas y alimentación, también las codiciaba para elaborar multitud de productos que podría vender a un precio astronómico.
            Con un divertido argumento similar a éste comenzaba la introducción del guión de una práctica en la que teníamos que demostrar nuestros avances al final de un curso de técnicas de negociación al que hace años tuve la oportunidad de asistir.
            Como os podréis imaginar se hicieron grupos y se repartieron diversos roles tanto de directivos de cada empresa, como del capo, de manera que cada uno en su guión tenía una parte común a todos y otra específica que usar en su estrategia.
            Supongo que fue por azar que me tocó ser un espectador impasible, primero en la preparación por separado de los grupos y posteriormente los vería imparcial enzarzarse en una infructuosa negociación totalmente previsible.
            Lo más triste de todo es que según pasaban los minutos veía a ambos equipos malgastar energías desplegando todo tipo de artimañas, triquiñuelas, embustes, cuando en realidad a nadie de la farmacéutica se le ocurrió admitir honradamente que sólo necesitaban la piel, ni a los de la alimentaria la pulpa.
            Y es que cualquiera que hubiera estado atento a los detalles al asistir a las reuniones preparatorias individuales hubiera predicho con éxito el fracaso anunciado. Pues aunque pueda parecer una obviedad, la inmensa mayoría de las veces ocurre lo más probable, bastando atender a los detalles con una cierta atención y capacidad de análisis para predecir con muy poco margen de error gran parte de los acontecimientos que ocurren en nuestra vida cotidiana a aquellos con los que nos relacionamos.
            Como en mi caso atiendo a los detalles y omisiones casi de manera inconsciente (en literatura y recursos humanos se habla de la ‘teoría del iceberg’), además de adivinar el final de las pelis que tanto me gustan, no me resulta difícil acertar mis pronósticos sobre la vida cotidiana  de mi entorno a veces hasta con meses de antelación, pero, como el moderador del juego, supongo que es mejor no intervenir ni interferir, pues en esencia y lo que de algún modo se enseñaba en aquellos cursos era que los demás ‘se salieran con la mía’, no siempre siendo conscientes de ello.
            Así que en principio voy caminando por la vida sin romper las reglas del juego, interviniendo lo mínimo, incluso cuando muy de cuando en cuando se cruzan en tu camino personas con esa intuición diferente, otra chispa. Y si mientras a la mayoría las conoces por lo que dicen o por lo que escriben, a éstas últimas te llegan por lo que callan o lo que no escriben.
            Recuerdo por ejemplo, con mucho cariño, a un gran amigo con quien tuve la suerte de trabajar durante sus últimos años antes de jubilarse, y nos comunicábamos por gestos durante la construcción de una obra de la que éramos responsables. A veces una mirada por encima de sus gafas me decía más que muchos planos. También me gusta decir que alguna mujer de mi familia es ‘un poco bruja’ por esa intuición de la que os hablo.

            Y  a esas sensibilidades compartidas recién llegadas  a tu vida muchas veces te gustaría guiñarles un ojo, sonreírles y decirles ‘Anda…..; que has tardado un poquito, vieja amiga.’
            Ya para acabar  seáis intuitivos o no, me gustaría recordaros que, en el cine, ante la duda nada como el ‘test del pato.’:
"Si parece un pato, nada como un pato, y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato."
           
           En la vida no lo sé…



           


domingo, 28 de octubre de 2012

¿Alguna idea?

            Aunque suelo ver poco la tele, reconozco que no me desagradan una serie de canales que están proliferando e incluyen una variada programación de documentales de todo tipo.
            Por esa faceta mía de cocinero (o repostero) frustrado, los que más me gustan son los de cocina, pero también hay algunos vinculados al mundo de la construcción que no están nada mal.
En estos últimos no es nada extraño contemplar tanto el desarrollo de grandes infraestructuras (en las que por cierto, las empresas españolas destacan a nivel mundial), como visitar casas de ensueño con un entorno, diseño y materiales tan sólo al alcance de unos pocos privilegiados.
Os comento esto porque estos programas (con ciertos matices, cómo no) me parecen una buen manera de acercar mi sector al gran público, a falta de esas series tan surrealistas de otras profesiones como puedan ser las de hospitales o bufetes de abogados.
Cómo os podréis imaginar si habéis visto alguno, la casuística al abordar la construcción de un proyecto singular es elevada, pues pueden aparecer todo tipo de condicionantes que se alejen de lo habitual, en tanto su diseño, los materiales o usos tengan una componente innovadora.
Fue en los años previos a la crisis cuando planificando construir uno de estos últimos comentaba con el arquitecto:
-‘La verdad es que tu diseño es genial. Qué pena no tener más presupuesto para hacerlo más espectacular.’
-‘No te creas. Muchas veces nos escudamos en el dinero como excusa. Tener dinero ilimitado no necesariamente daría los mejores proyectos. Anularía parte del ingenio, la creatividad.’
La verdad es que no me dijo nada nuevo, pero a lo largo de los meses siguientes tuve la oportunidad de participar en el proceso creativo del  aquel proyecto poniendo en práctica  esta premisa, y os puedo decir que con verdadera voluntad de colaboración, eliminando prejuicios, y perdiendo el miedo a equivocarse se pueden hacer realidad grandes proyectos tanto profesionales en esta caso particular, como también personales en general.
Y es que últimamente se  comenta en muchos ámbitos que hacen falta nuevas ideas que nos saquen de la crisis, y me apena que  a diferencia de otros países, en el nuestro apenas se forme a profesionales en la rama técnica de la creatividad, ni en la universidad ni en la empresa privada.


Y es que además del famosísimo ‘Brainstorming.’ existen multitud de técnicas de creatividad (como puedan ser SCAMPER,  la Sinéctica, Reversal, Seis Sombreros, los Mapas Mentales, etc), que pueden ser de tremenda utilidad en la generación de nuevas soluciones a nuevos problemas, cuando nuestra experiencia en resolución de problemas anteriores se nos queda escasa…
Así que, si  de la misma manera que nos parece natural que alguien que dibuja bien perfeccione su técnica en clases de pintura o estudiando bellas Artes, o que un buen cocinero pase por una escuela de hostelería...
¿Creemos que otra vez la célebre inventiva española por si sola nos sacará de ésta?

domingo, 21 de octubre de 2012

'De canciones de Julio y ese aire fresco que tanto te gusta.'

Posiblemente no tenía ni los veinte cumplidos cuando ya me gustaban las pelis de treintañeros.
Y es que,  a lo largo de los años he disfrutado mucho esas tramas en las que un puñado de amigos de dicha edad iban desgranando sus miedos, ilusiones, decepciones, nostalgias e incertidumbres en general.
Me gusta citar como ejemplos del género: ‘Las razones de mis amigos.’, ‘El principio de Arquímedes.’ o ‘Marta y alrededores.’  obras siempre con el trasfondo de la pérdida de la juventud y el alejamiento de los sueños. Aquellos últimos que,  aunque aun todavía presentes en el otro extremo de una palanca imaginaria, son más difíciles de alzar debido al punto de apoyo que se nos acerca atraído por la rutina y el peso de las circunstancias cotidianas.
Sin embargo aunque ahora que he llegado a la edad de los protas de algunas de estas películas puedo por mi propia experiencia vital apreciar mejor aquellos sentimientos, lo que más noto pese a que a veces me fastidie, es el peso de lo relativo. O dicho de otra manera, ya no tengo una visión maniquea de la vida. Hace tiempo que los blancos y negros fueron dando paso a una enorme variedad de grises.
Lo explicaba magníficamente Carmen Posadas en una de sus columnas dominicales, comentando cómo una de sus amigas aplicaba en sus relaciones personales ‘la teoría de Julio Iglesias’ según la cual no hay por qué ir encasillando a las personas que vamos conociendo, pues todos reaccionamos de manera cambiante ante entornos cambiantes como en la célebre canción del cantante ‘ a veces tú, a veces yo….a veces sí, a veces no …’.
Y es que si hasta para diseñar ese aparato de tu casa que te da ese fresquico que tanto te gusta, aparentemente cuadriculados ingenieros y matemáticos aplicaron algo llamado lógica difusa, flexibilizando con ello los criterios por los que se enciende y se apaga en función del rango de temperaturas exterior, ¿no obtendríamos nosotros mismos mejores resultados en nuestros retos cotidianos  personalizando los criterios por los que aceptamos o reprobamos una gran variedad de hechos y personas?

Bueno, os dejo, voy a apagar el aire…
Santi.

miércoles, 3 de octubre de 2012

'' De días luminosos y tramas predecibles.''

Tal vez sea cierto aquello que dicen algunos que en determinadas actividades creativas, como pueda ser el cine, pese a la ingente creación de obras, apenas se innova con argumentos realmente originales, ideas novedosas que llamen la atención por sí mismas en vez de guiones rodeados de quiebros argumentales tremendamente artificiosos…
Quizás por ello, como aficionado al séptimo arte, me gustan dos tipos de películas con independencia del género. En primer lugar, lo que más me atrapa de una trama  es no conocer su desenlace casi desde su comienzo; y si no puede ser, pues me conformo con que sea verosímil o al menos coherente, aunque sea de marcianitos….
En este sentido y como he comentado alguna vez por aquí, también como fiel asistente a la gran pantalla de la última comedia romántica de turno, a estos argumentos les pido lo mísmo. Así que últimamente casi me atrae más la comedia dramática, pues supongo que es uno de los géneros que más se puede parecer a la vida, al menos a la de la gente corriente, como es mi caso.
Os cuento este pequeño rollo introductorio porque el pasado sábado, tal y como los propios protagonistas se habían encargado de hacer saber con especial difusión en las redes sociales (‘29S’), se casaban mis primos Carmen y Jose.
Bueno, primos en el sentido de los pueblos, o sea que tu primo además del hijo de tus tíos puede ser un familiar de hasta grado séptimo, y ni siquiera es necesario que los implicados recuerden exactamente el parentesco, basta con que se acepte de mutuo acuerdo entre las partes ser ‘primos’ y ya por no hacer falta, ni es necesario llamarse por nombre de pila.
En este caso el parentesco si es conocido por ambos y casi casi somos primos según la definición de la RAE, comemos juntos por la pascua y todas esas cosas, así que les tengo mucho cariño.
Me alegro por ello que tras las trágicas tormentas del pasado viernes, el sábado nos hiciera un día fantástico, y pudieran disfrutar de una jornada inolvidable con sus familias y amigos…
A lo largo de los últimos años he asistido a muchas bodas, a veces cerca, otras lejos, en diferentes días y horarios, unas numerosas, otras no tanto; y además de la invitación en un lugar reservado en casa, me gusta quedarme con un recuerdo especial de cada una de ellas.
Aunque la totalidad de la boda fue especialmente alegre y emotiva a la vez, si tuviera que elegir un momento de la de Carmen y Jose, nunca olvidaré ‘29S: La película.’ Y es que unos días antes en exteriores de nuestra comarca mis queridos primos tuvieron el valor de sentarse cada uno en solitario delante de una cámara y hablar con total sinceridad de su historia, y aunque en este caso particular conocía el desenlace desde el principio, gustándome las tramas reales, sus palabras naturales y nerviosas a la vez, ante el objetivo fueron sencillamente de Óscar.

¡Besos y abrazos primos!

martes, 25 de septiembre de 2012

''De lo particular al profundo azul.''

El tiempo de espera había merecido la pena, la reconstrucción casi integral de la vivienda había sido un éxito, pensaba su acaudalado propietario mientras miraba orgulloso los últimos retoques de las obras bajo la calidez de las últimas horas de una tarde cercana al verano.
Hasta el mosaico de la entrada que advertía de la presencia de su perro (al dibujo del animal se añadía la inscripción ‘Cave canem.’) no desmerecía tanto la esmerada ejecución de las obras como la calidad artística de los frescos que superpuestos a los antiguos, componían su nueva decoración.
Un pensamiento fugaz similar debió compartir algún vecino al pasar por su calle y contemplarlas mientras vacilaba entre emplear el resto de la tarde y las primeras horas de la noche en algún thermopolium  bebiendo vino con sus amigos o quizás en el lupanar retozando con alguna esclava, en ambos casos a su salida de las termas.
Aquellos pompeyanos superaron con éxito un terrible terremoto ajenos a la gran tragedia que en poco más de década y media les sepultaría junto a su ciudad durante casi diecisiete siglos y a que casi veinte más tarde, turistas de prácticamente todos los rincones del planeta pasearíamos por sus calles, visitaríamos libremente sus viviendas, sus edificios públicos, plazas, teatros, y en definitiva, sus vidas.
Ya en nuestros días, me gusta imaginar que probablemente hace unos meses, quizás al comienzo de la primavera, un muchacho desgarbado se jugaba de la vida dejando tirada su vieja vespa quizás heredada de su hermano mayor, en el escaso arcén de una de la numerosas curvas robadas a los bellísimos acantilados de la famosa carretera estatal 163 que recorre la ‘Costiera Amalfitana’, para escribir en la calzada raudo un grafiti (‘Francesca ti amo. By Nicola’), jugándose la vida ante un  posible atropello por un conductor de autobús como el nuestro en su ruta diaria, antes de llegar a Positano, camino de Amalfi, tal vez también desde Sorrento.
Como amante de la buena mesa, tampoco me cuesta visualizar cortando tomates para las bruschettas y metiendo cervezas en la cámara frigorífica a la abnegada cocinera y tal vez propietaria del albergue situado junto a la cumbre del monte Epomeo, en Isquia, un par de horas antes de que a sedientos senderistas como nosotros nos asaltara la tremenda duda de continuar ascendiendo escasos metros más para poder contemplar las magníficas vistas de la totalidad de la isla o directamente pasar a las allí también llamadas birras desde las casi igualmente incomparables perspectivas de la terraza del precioso refugio.
Tras esa inolvidable jornada  disfrutando la vuelta desde la cubierta del ferry, aquella misma noche casi me jugaría el tipo ante las miradas expectantes de mi compañeras de viaje paseando una noche por la principal vía comercial de Sorrento camino del local cuyo propietario con más aspecto de diseñador de moda que de artesano heladero, ofrecía productos con una calidad y variedad digna del Guinness.
Animado por el vino blanco fresquito de la cena se me ocurrió decirles  que: ‘Hay quien dice por ahí que las mujeres sois más analíticas, de preocuparos por lo particular, por el detalle, mientras los hombres somos más sintéticos, de pensar en ideas generales…’
¿Tendrían razón los tal vez psicólogos, o quizás neurólogos de quien hace tiempo leyera aquello? ¿O por el contrario serían justificadas las miradas tensas que alguna me echó?
No sabría decirlo, muchas veces me parece que sí.
Aunque un par de tardes antes, al navegar en una barquita guiñando un poco los ojos para que los rayos de luz del atardecer que lograban superar los preciosos acantilados de la isla de Capri no me impidieran contemplar unas aguas de un profundo y luminoso azul como no había visto en mi vida, durante los escasos minutos previos a mi zambullida desde la embarcación, os puedo asegurar que como tantas otras cosas, en una tregua con mi mente, por unos momentos no me  importaba lo más mínimo….



Saludos.

martes, 11 de septiembre de 2012

''Necesito ver atardeceres.''

Sostienen algunos no sin cierta suspicacia que, puestos a elegir entre un reloj convencional averiado y otro digital, es preferible el primero pues al menos marca correctamente la hora en dos ocasiones al cabo del día.
No puedo afirmar que en mi caso por esa razón llevo uno de los primeros con la pila agotada desde hace dos o tres meses, supongo más bien que en las últimas semanas de intenso trabajo apenas he sacado tiempo para cambiarla. Mi frenética actividad laboral de estos días se debe a la naturaleza de mi trabajo,  que debe atender a demandas punta muchas veces imprevisibles y en la mayoría de las ocasiones coinciden con vuestras vacaciones.
Mentiría si afirmara tajantemente que siempre lo llevo bien, pero cuando intento relajarme me gusta pensar que estos inconvenientes forman parte de una profesión que tanto me gusta, de la misma manera que lo hace el trabajo nocturno de la de los  panaderos.
Y es cuando vivo estas semanas recluido entre mis cálculos y mis planos cuando más reflexiono sobre nuestra percepción del paso del tiempo.
En este contexto, me vienen mucho a la mente las experiencias vividas hace unos años los pocos meses en los que tuve la suerte de formar parte del equipo técnico que construía un túnel, repartiendo mi jornada laboral entre tareas de diseño y planificación en mi despacho de las instalaciones provisionales, y las de supervisión dentro de la propia obra. No os extrañará mucho entonces el hecho de que no era nada difícil en las visitas regulares al túnel en construcción, sometido a iluminación, temperatura y humedad constantes, perder la noción del tiempo sin ser consciente de haber invertido horas en tareas pensadas para resolverse en minutos o comprobar con perplejidad que salías por la boca de túnel muy avanzada la noche habiendo entrado de día.
Supongo que la inmensa mayoría de vosotros no construye túneles, pero quizás estéis bastante más familiarizados con esa sensación al salir de unos conocidos grandes almacenes, en los que decidieron premeditadamente, una vez construidas sus fachadas (salvo la de la planta baja) sin ventanas al exterior, aclimatarnos a la ausencia de calor o frio, a una luz que no cesa, y en definitiva, privarnos de las estaciones, del día y de la noche.
Los que más me conocéis sabéis que soy un fiel defensor del esfuerzo como principal medio para lograr nuestros propósitos, y que para canalizarlo son adecuadas las rutinas, y en definitiva un orden en los horarios que rigen nuestra vida. No puedo negar que aunque a veces estresado y desbordado, soy un feliz hámster en mi rueda, pero la verdad es que necesito dejarla de lado unos días, comer cuando tenga hambre, dormir cuando tenga sueño, sentir el paso del tiempo, necesito…
Necesito ver atardeceres.

domingo, 9 de septiembre de 2012

''De abejas geómetras y la hormiga despistada.''

Siempre me he considerado una persona afortunada por tener tanto sensibilidad para apreciar la belleza que encierran ciencias, como la propia para disfrutar de las artes.
En el caso de las primeras además, tantos años de formación imprimen carácter, y si algo me queda de mi carrera técnica es ser bastante maniático en la planificación y la búsqueda de la eficiencia en los procedimientos de desarrollo de cualquier tarea o proyecto en general.
En este sentido, básicamente lo que busco en mi día a día es hacer las tareas planificadas con el menor esfuerzo posible, y dedicar el tiempo que me sobra a mejorar la planificación de las siguientes.
Por ello no son pocas las veces que recuerdo que allá por segundo de carrera estudié que además de las leyes de Newton para determinar las trayectorias de los cuerpos en movimiento, el matemático, físico y astrónomo Lagrange reformuló las leyes del primero en términos de mínima energía, de manera que en esencia y simplificando mucho, los cuerpos (incluyendo los planetas, el agua de la bañera y el balón del hijo de vuestros vecinos) se mueven como menos les cuesta.
Reflexionando sobre esto desde hace mucho, también me maravilla por ejemplo como las admirables abejas, sin haber pasado por escuela secundaria alguna, construyen sus colmenas con hexágonos y las cierran con rombos, de manera que almacenan la máxima cantidad de miel gastando la mínima cantidad de cera en su construcción.


A su vez mis adoradas hormigas, no tienen nada que envidiarles, pues su habilidad para optimizar la búsqueda colectiva de alimento supone un modelo a estudiar en el campo de la inteligencia artificial. En general, en la búsqueda inicial al salir del hormiguero sólo tienen que tardar algo más de lo óptimo algunas de las hormigas que primero salen para que el resto encuentre el camino más corto y en definitiva en este caso, el mejor.
Si sois más aficionados a la  jardinería y tenéis macetas, también es interesante recordaros que sus hojicas crecen según un conocido patrón matemático que optimiza la cantidad global de luz recibida por vuestras plantas.
No quiero aburriros con más ejemplos pero en definitiva, pensando en estas cuestiones es fácil sentirse tentado a pensar que la naturaleza está dotada de una inteligencia colectiva que la orienta a hacer las cosas de la mejor manera posible, aunque a veces se pierda un poco por el camino.
¿Y nosotros? ¿Para qué malgastar tanta energía a veces en hacer lo contrario?
Pues es curioso, pero en contra de la intuición, no es descabellado pensar que a nivel global, estamos mejor que nunca, con unos índices globales de violencia en mínimos históricos, y una esperanza de vida en máximos.
¿Podrían  situaciones indeseables como las guerras o las crisis (como la de nuestro país) ser la de la hormiga despistada?
¿Encontraremos pronto el hormiguero?

jueves, 16 de agosto de 2012

'Los recortes del barbero.'

Con la reciente incorporación del término friki a la última revisión del Diccionario de la R.A.E. me puedo dar el gusto de usarlo para definirme correctamente como tal por ejemplo por, entre otras cosas, mi pasada afición de mi época de estudiante a repasar con mucha curiosidad los libros de texto ó colecciones de apuntes de las diferentes asignaturas nada más adquirirlos curso tras curso.
Ya en la universidad, uno de los que más me llamó la atención fueron los apuntes encuadernados de ‘Algebra Lineal.’ del profesor Mateos, fundamentalmente porque al tratarse de un libro de matemáticas pretendía encontrarme muchos números en  ejemplos o ejercicios, y la verdad es que haciendo memoria creo que no aparecerían hasta casi las lecciones finales del texto.
Y  como os podéis imaginar las clases siguieron la misma pauta, ante un grupo numeroso de ilusionados alumnos de primer curso, se presentaba  a las primeras horas de la tarde el ya mayor y muy delgado profesor perfectamente trajeado a explicarnos  de manera casi paternal, y con buen humor a la vez cosas como:
‘Hoy vamos a hablar acerca del concepto de relación, por ejemplo la relación ‘ser antepasado de’. Podemos afirmar que los antepasados de nuestros antepasados son también nuestros antepasados, a diferencia de lo que ocurre en otras relaciones como la de ‘ser hijo de’….’
Según fueron pasando las semanas y los meses, ya superado el desconcierto inicial, reconozco que mi afición por las matemáticas siguió intacta y hasta hoy me sigue gustando leer sobre su historia y la de sus grandes genios.
Uno de ellos, Kurt Gödel, apenas conocido fuera de su ámbito, es reconocido como uno de los pensadores más influyentes del s.XX tanto en el campo científico como filosófico, porque de alguna manera puso límites al conocimiento con sus teoremas de la incompletitud , que en esencia y de manera muy grosera (pido perdón a algún matemático que me pueda leer) demuestra que hay sistemas sobre los cuales al hacerse afirmaciones muy fuertes, aparecen aspectos que no pueden decidirse, de manera que nunca podernos tener la información completa sobre dichos sistemas.
Hay ejemplos sencillos para ilustrar la tremenda complejidad que ello entraña, siendo uno de los más célebres la paradoja del barbero (B. Russell), que se puede enunciar de esta forma:
‘En un lejano poblado de un antiguo emirato había un barbero llamado As-Samet diestro en afeitar cabezas y barbas, maestro en escamondar pies y en poner sanguijuelas. Un día el emir se dio cuenta de la falta de barberos en el emirato, y ordenó que los barberos sólo afeitaran a aquellas personas que no pudieran hacerlo por sí mismas. Cierto día el emir llamó a As-Samet para que lo afeitara y él le contó sus angustias:

-- En mi pueblo soy el único barbero. No puedo afeitar al barbero de mi pueblo, ¡que soy yo!, ya que si lo hago, entonces puedo afeitarme por mí mismo, por lo tanto ¡no debería afeitarme! Pero, si por el contrario no me afeito, entonces algún barbero debería afeitarme, ¡pero yo soy el único barbero de allí!
El emir pensó que sus pensamientos eran tan profundos, que lo premió con la mano de la más virtuosa de sus hijas. Así, el barbero As-Samet vivió para siempre feliz’’.

Me resulta inevitable acordarme de esta historia estos días por la imagen mental del barbero que asocio a recortes, y a la vez a que la causa de los mismos es debida en gran parte a haber mantenido como verdades inmutables posturas políticas que probablemente deberían haber sido cuestionadas a tiempo.
Seguramente afirmaciones tan tajantes como que había que descentralizar en cualquier caso y lugar casi todas las competencias fundamentales del Estado, o que había que conceder o denegar ayudas y subvenciones haciendo tabla rasa, nos puede costar perder nuestra soberanía nacional como consecuencia inmediata de perder el control sobre nuestra política económica al ser intervenidos.
Discriminar casuísticas con independencia de las ideologías, exige en primer lugar mucho esfuerzo en la búsqueda de la equidad, valentía para adoptar las decisiones tomadas, y pedagogía para explicarlas…

¿Llegaremos a tiempo?
¿Tendremos el final feliz del barbero?
No perdamos la ilusión.
Un abrazo.
Santi.