No puedo negar que desde mi infancia siempre me han apasionado las distintas expresiones artísticas del mundo vampírico ya fueran cinematográficas o literarias. Desde ‘El pequeño vampiro.’ a la reciente saga de Crepúsculo o quizá a la bastante más entretenida serie de novelas de Charlaine Harris .
En cualquier caso una de las facetas que más me apasionaba de estos diabólicos seres era que no podían entrar a tu hogar sin una invitación previa por tu parte , o lo que es lo mísmo, sin tu palabra.
Tengo la enorme suerte de haberme criado en un pequeño pueblo en medio de Campo de Cartagena de apenas unos cinco mil habitantes, y haber vivido los últimos momentos de vidas de allegados y vecinos para los cuales su palabra estaba por encima de cualquier escrito, desde comprometerse para cualquier acto social a la compra de su futuro domicilio o cualquier finca o terreno rústico…
Sin ser tan tajantes no queda muy lejos y yo mismo he vivido el tiempo en que se confirmaba la asistencia a cualquier tipo de evento sin necesidad de los dispositivos móviles actuales, con varios días de antelación y desde luego sin confirmar horas antes que el compromiso seguía vigente
Quizás por el mismo motivo que no necesito saber para qué le guardo desde hace meses tapones de plástico a mi madre, pues me basta saber que me dijo que le importaba para colaborar con un acto benéfico que desconozco….
Y es que hoy en día tenemos cantidad de medios para excusarnos a última hora de nuestros compromisos más recientes, pero…
¿Realmente queremos eso?
¿Realmente queremos eso?
P.D. A mis amigos, ellos saben por qué.