domingo, 28 de abril de 2013

"Saltando en los charcos".


           Es en días lluviosos como  el de hoy, en los que recuerdo que entre las mil y una cosas que dejaré sin hacer en esta vida, una de ellas, aprender islandés, sin ser de las más deseadas, tal vez sería de las más especiales.

Me imagino en alguna ocasión especial canturreando en voz muy baja alguna de las mágicas canciones de Sigur Rós, uno de mis grupos favoritos, entendiendo su significado, o al menos percibiendo el surrealismo de algunas de sus mágicas letras en su idioma original.

Y es que algunas de sus canciones, como Hoppípolla’  con su dulce melodía y mensaje vitalista, son capaces de templar un poquico el alma, incluso la personas de cabeza y pies fríos como pueda ser yo.

Aquí os comparto su video traducido, uno de los más alegres y especiales que he tenido la oportunidad de disfrutar. Espero que os guste.

No tengáis miedo a  salir y pisar los charcos.

Feliz domingo de lluvia.
 

jueves, 25 de abril de 2013

''Perra vida.''


La vejez les pilló viejos.

De hecho, Panduro ya lo era cuando fue adoptado por los vecinos de los dueños de Ajostiernos, que a su vez tuvo mucha más suerte, pues aunque bastardo fue acogido recién nacido.

Siendo el primero un ratero marrón muy feo, algo lento y temeroso, sus dueños nunca supieron distinguir en él si tenía un problema en sus lagrimales o estaba dotado de una inusitada sensibilidad perruna.

Ajostiernos siempre fue a lo suyo, también pequeño aunque más corpulento, color azabache, vivaz y canalla.

Ya bastante mayores, con el escaso tráfico del pueblo y sabiendo que no irían muy lejos, sus dueños les dejarían la puerta abierta por las tardes para disfrutar juntos de  algo de libertad controlada.

¿Dónde iban a estar mejor que en casa?

No tenía sentido que no volvieran, algo ciegos ya, con andares renqueantes y respiración exhausta al finalizar alguna correría vespertina e infructuosa tras perras bastante más jóvenes.

Así fue todo el tiempo, o casi…

Panduro siempre volvió, Dios sabe lo que padeció antes de encontrar su hogar.

Ajostiernos, agradecido a su manera, quiso ahorrar a sus dueños verle apagarse, perder su fuerza.

Al final sólo deseó dormir en la tierra y ver amanecer.