Sería al insertar la nueva imagen de fondo
del blog enviada con todo el cariño por mi
gran amigo Juan Miguel cuando me daría cuenta esta semana que hace ya dos años que me
aventuré a iniciar este blog.
Como
ya podría intuir desde el comienzo, el contenido y la frecuencia de publicación
han sido cuando menos variopintos y aprovecho para agradeceros la buena acogida
que ha tenido a pesar de ello. Aun siendo mis cifras de lectura muy modestas,
me hace verdadera ilusión cuando algunos de vosotros a los que apenas os veo,
me decís que me seguís por este medio y me animáis a continuar.
Aunque
en general hay temas que aun apasionándome prefiero no comentar en este blog,
siendo de la opinión de que reflejamos lo que somos en todo los que hacemos,
finamente de una manera directa o indirecta, termino hablando de todo un poco.
Así, a pesar de apasionarme la
política, no es uno de los temas prefiera tratar a través de este medio, pero
igual que los del sudeste del Congo recurren a la difícilmente traducible palabra ‘Ilunga’ para referirse a “La persona capaz de perdonar un abuso u ofensa por primera vez, de
tolerarlo una segunda vez, pero nunca una tercera.” la lectura en prensa
hace unos días del dato de que (aunque pueda ser puntual según los expertos, y desmentido
por Eurostat) la
esperanza de vida desciende ligeramente en nuestro país, me indignó más si
cabe con las causas de la situación actual que sufrimos y aumentó lamentablemente mi
desafectación de la clase política, a la vez que me hizo decidirme a escribir algo.
No voy a analizar
cómo se ha llegado hasta la lamentable situación en que vivimos, en la que
peligra el sistema de bienestar social que tantas décadas ha costado construir,
pero sí me gustaría aportar mi visión de qué se podría hacer, algunas reformas
urgentes que fueran caldo de cultivo de una recuperación socioeconómica que tan lejos se ve ahora. Lo
intentaré hacer con la mirada limpia de prejuicios, como si fuera un extranjero
que lleva unos meses aquí, y que a la vez nos desea lo mejor de una manera
constructiva.
Lo primero que
me planteo, es la completa separación de
poderes, de manera real y efectiva, en particular del poder judicial
respecto del resto. No parece razonable de algunos de los puestos más
relevantes de la judicatura sean designados por políticos, en especial si se
pretende acabar con la corrupción política. En esta misma línea, la potestad de
conceder indultos
debería recaer exclusivamente en el poder judicial.
En referencia
al poder legislativo, aunque a nivel nacional tengo dudas de cómo funcionaría
un sistema de listas abiertas, sí tengo claro que es necesario reformar la ley electoral en lo que se
refiere a la consideración de una circunscripción electoral única (la ley
D´Hont me parece correcta), por dos motivos fundamentalmente: creo que debe de
haber proporcionalidad entre votos y escaños, así como creo que el cociente
entre diputados a elegir por cada ciudadano debe ser idéntico para todo el
territorio nacional. También entiendo que una vez elegidos, los diputados
debieran tener libertad para votar en conciencia, aunque a veces implique votar
contra su propio partido.
Continuando
con los partidos políticos me remito
a que debieran cumplir la Constitución (Art 6. ‘Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.’) así como
también entiendo que la infinidad de nombramientos ‘digitales’ (o sea, a dedo)
que realizan deberían recaer en el Estado. En particular no termino de asimilar cómo
pueden nombrar un número indeterminado de asesores para realizar tareas que
bien pudieran ser realizadas por técnicos del Estado que (dicho sea de paso)
han demostrado su aptitud en oposiciones objetivas. Tampoco entiendo por qué se
han creado en las últimas décadas, un ingente número de empresas públicas,
también con consejos de administración ‘digitales’, cuando si se quiere
preservar la titularidad pública del fin para que el que se constituyen, debieran
ser dirigidas también por los lamentablemente tan denostados funcionarios de
carrera.
Continuando
con la concepción de Estado, y la
descentralización territorial y de competencias, en términos generales opino
que el modelo a adoptar, sea el que sea, debe estar regido por los principios
de voluntariedad (expresada en
referéndum), solidaridad
y eficiencia.
A modo de
ejemplo, creo que haber descentralizado la Sanidad no es intrínsecamente malo
si el nuevo modelo es capaz de ofrecer idéntica calidad del servicio (al
conjunto de los ciudadanos) que el modelo centralizado, a un coste igual o
inferior; o de ofrecer a igualdad de coste un mejor servicio. Me inclino a
pensar que no lo es, pero no tengo ningún inconveniente en dejarme convencer de
lo contrario si se me justifica adecuadamente.
Con la
Educación me hago reflexiones similares, y en general me planteo para las grandes cuestiones de Estado como
puedan ser además de Sanidad y Educación, la Política Energética, de Investigación
y Ciencia, y Relaciones Internacionales, debieran de haber amplios consensos en
el congreso, de manera que los planes estratégicos aprobados, no estuvieran
marcados por el cortoplacismo y el calendario electoral. Tal vez se requiriera
para ello un cuerpo superior de estadistas, que a día de hoy tanta falta nos
hacen.
Otra reforma
urgente que entiendo que hay que abordar es simplificar la Administración, para aumentar su eficiencia, tanto
en una mejor calidad de servicio al ciudadano como reduciendo sus costes. Se
debe legislar en términos generales para simplificar trámites administrativos, aumentar
la movilidad funcional de los cuerpos técnicos funcionariales, unificar en la
medida de lo posible normativas autonómicas y reducir el uso del papel, con la
progresiva adopción de tecnologías basadas en portafirmas digitales,
facturación electrónica y licitaciones electrónicas. También se deben adoptar
sistemas objetivos y contrastables de la gestión del desempeño de los empleados
públicos, implantando sistemas de retribución variable efectivos que premien el
esfuerzo.
En definitiva y
ya que no hicimos los deberes del todo en época de bonanza, a la vez que entre
todos intentamos vencer esta tremenda crisis en la que nos hayamos inmersos, se
debiera intentar adoptar medidas de calado consensuadas por una amplia mayoría
parlamentaria, orientadas a lograr una ‘meritocracia’
basada en la igualdad de oportunidades. Pues, lamentablemente creo que a día de
hoy de ‘mediocricracia’ no pasamos,
dándose entre la clase política un porcentaje muy por encima del deseable de ciudadanos sin
profesión (la política en ningún caso lo es), ni experiencia laboral alguna más
allá del cargo que ostentan y por el que son capaces de anteponer sus intereses
particulares muy por encima del interés general de los ciudadanos a los que en
teoría debieran servir.