viernes, 27 de marzo de 2015

'Noches de radio.'

          Nunca me sentiré lo suficientemente agradecido por saber apreciar y apasionarme a diario con esas pequeñas cosas inmateriales. Así, a lo largo de mis distintas etapas vitales, sin prisa ni pausa, siempre he intentado construirme una rutina rica en contrastes y matices en la que sentirme cómodo. En la última que me ha tocado vivir y va ya para siete años, la radio ha adquirido un papel importante por acompañarme tanto en mis cien kilómetros diarios que hago como mínimo para ir a trabajar, como en mis ratos libres entre noches y fines de semana.


Como cualquier persona, en este mundo cambiante no sé que me deparará incluso el futuro más inmediato, pero siempre guardaré con especial cariño esos paseos nocturnos por un paseo marítimo solitario de Los Narejos en pleno invierno, en los que bien abrigado y siempre en compañía de mi programa de radio favorito, caminaba durante una hora disfrutando intensamente del relax de saber el día vencido.


No recuerdo exactamente el momento en que descubrí ´La Brújula.’ en Onda Cero, pero supongo que me quedé maravillado desde el primer momento en que escuché los monólogos de Carlos Alsina a las 20.00h comenzando su programa.  Sin renunciar al humor (cuando procedía) con una exquisita combinación de suspicacia, diplomacia y brillantez, me facilitaba un breve resumen de una jornada de la que hasta ese momento desconocía la actualidad informativa. Generalmente me encontraba en el coche, o muchas veces ni podía hacerlo por seguir en la oficina, pero a lo que siempre he intentado no renunciar ha sido a escuchar al menos un par de veces por semana su tertulia de economía de las 21:00 durante mis paseos nocturnos playeros.


Hace un par de semanas me enteré por la prensa de que dejaba el programa para presentar en la misma cadena el de las mañanas, y la casualidad ha querido que oyera en el coche (como no podía ser de otra manera) su monólogo de despedida que daba comienzo a su última edición de ‘La Brújula.’ tras diez años desde que comenzó a presentarlo. Verdaderamente brillante y emotivo, a la vez que lo escuchaba animado por sus palabras no he podido evitar echar la vista atrás y recordar mi última década, sin olvidar como ha cambiado tanto el mundo como sobre todo nuestro país en estos años.


            En fin, no me quiero poner sensiblero ni rollero, iba para tres líneas y al final he retrasado lo que muy agradecido me gustaría compartir, que es el enlace tanto al audio como escrito  de ese último monólogo vespertino plagado de talento de una gran persona que comienza una nueva etapa y a la que le va ir fenomenal.  


Espero que lo disfrutéis.
 





martes, 10 de marzo de 2015

80 / 20



Son muchos los motivos por los que me apasiona un taller de escritura de relatos al que asisto desde hace unos meses y que pronto finalizará.


Entre otras cosas, me ha permitido leer una bibliografía selecta escogida con excelente criterio por mi polifacética profe. También coincidir con buenos compañeros con los que analizarla  y, por supuesto, intentar escribir algún relato decente que compartir con ellos a la vez que vamos leyendo los suyos, que están resultando ser magníficos e inspiradores, todo un ejemplo para esforzarme en mejorar.


Además, si hay algo que le agradezco es asignarme fecha, obligándome a poner literalmente el culo en la silla para preparar algo que leer en clase, volviendo a comprobar empíricamente una vez más el ‘Principio de Pareto’, algo que ya había aplicado para orientar esfuerzos en otros ámbitos de mi vida, especialmente el profesional.


Para los que no la conocéis, fue planteada por el sociólogo, filósofo y economista italiano en términos de porcentajes de distribución de la pertenencia del poder y riqueza en la sociedad (afirma que un 20%  ostenta la posesión del 80%). Sin embargo, de forma más amplia, también se puede resumir de manera coloquial en que el 20% de las causas de algo es el responsable del 80% de los efectos.


Así, con la premisa de que conocemos ese reducido grupo de acciones que origina la mayoría de las consecuencias, podemos obtener un rápido rendimiento en cualquier tarea o proyecto que nos propongamos, ya sea profesional o personal.


Si os parece demasiado abstracto, pensad por ejemplo en lo fácil que es perder los primeros kilos siguiendo un régimen alimenticio  adecuado, dejar de fumar la primera semana, o con el conveniente entrenamiento, mejorar los primeros tiempos cuando se empieza a correr….


Una vez que tenemos una mejora rápida obtenida con un rendimiento excelente en base a un esfuerzo correctamente orientado, nos invade la duda propia de cualquier jugador de casino que ha tenido una buena noche:


¿Cuando paramos?


Salvo que seamos unos optimistas irredentos embaucados por la ingente bibliografía de la psicología positiva (que en muchos casos tanto daño ha hecho), conscientes de que tenemos tiempo y talento limitados, comenzaremos a intuir que el camino que nos queda es mucho más complicado y requiere unas ingentes cantidades de esfuerzo.


Entre otras muchas opciones, algo razonable podría ser quedarse en el tramo inicial de casi todo lo que comenzamos obteniendo éxitos moderados a un coste muy razonable, porque así nos sobrará tiempo para encontrar nuestras verdaderas pasiones, aquello por lo que merezca la pena dejarse la piel por el camino para llegar a lo máximo a lo que podamos aspirar.
 
También habrá quien se machaque por igual en todas y cada una de sus metas, sin valorar demasiado los recursos que va consumiendo por el camino, ni la prioridad relativa de sus potenciales logros.


Me imagino que, tarde o temprano, cada persona encontrará su receta.


¿Y tú, la encontraste?
 







domingo, 8 de marzo de 2015

'Sobre lo incompleto.'

   Por aquello de recordarme a ‘fanático’, nunca he querido verme como ‘fan’ de nada ni nadie. Interpretando el diccionario a mi manera, prefiero el término ‘apasionado’ para describir aquello que nos hace brillar los ojos o perder la noción del tiempo, ya sea practicándolo o describiéndolo a los sufridos incautos que se nos van cruzando por el camino.

    Muy a mi pesar, con el escritor japonés H. Murakami me estoy acercando peligrosamente a la línea del primer término, y  no me cuesta imaginarme lleno de emoción cargado con más de media docena de libros suyos, para que me los firmara en una hipotética visita suya a alguna feria del libro por nuestro territorio patrio.

    Como me queda poco ya para terminar de leer su obra completa, me raciono bastante sus publicaciones. Muchas veces me las compro y las guardo con celo durante meses para ocasiones especiales como pueda ser un viaje.

    Así, con motivo de una escapadica a San Sebastián el fin de semana pasado, aproveché para llevarme su penúltima (creo) obra, la novela ‘Los años de peregrinación del chico sin color.’. A diferencia de otras creaciones, no es muy extensa y la pude completar en el trayecto de ida y vuelta en tren desde Madrid.
   
A lo largo de sus páginas, presenta gran cantidad de elementos comunes con el resto de su obra, como pueda ser una magnífica tensión narrativa a la hora de resolver enigmas polifacéticos, tramas situadas en distintos escenarios y épocas, o un verdadero deleite hedonista  en placeres simples como la música, la comida o la bebida. Por supuesto, no falta precisión a la hora de describir lo incompleto, como pueda ser amor sin sexo y sexo sin amor.

Sin embargo, y al igual que ocurría con ‘Al Sur de la frontera, al Oeste del Sol, la fusión de lo real y lo fantástico apenas está presente, por lo que permite ponerse en el  lugar del protagonista con mayor intensidad, sentir su soledad, ilusiones, miedos y pasiones de una manera que al menos para mí resulta muy especial.

No me enrollo más, os animo a leerla y os dejo con el música que le da nombre.